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Crítica y análisis de Anora (Sean Baker, 2024) con spoilers.
Fantasía es una tierra peligrosa, con trampas para los incautos y mazmorras para los temerarios. […] Ancho, alto y profundo es el reino de los cuentos de hadas y lleno todo él de cosas diversas: hay allí toda suerte de bestias y pájaros; mares sin riberas e incontables estrellas; belleza que embelesa y un peligro siempre presente; la alegría, lo mismo que la tristeza, son afiladas como espadas. Tal vez un hombre pueda sentirse dichoso de haber vagado por ese reino, pero su misma plenitud y condición arcana atan la lengua del viajero que desee describirlo. Y mientras está en él le resulta peligroso hacer demasiadas preguntas, no vaya a ser que las puertas se cierren y desaparezcan las llaves.
J.R.R. Tolkien («Sobre los Cuentos de Hadas» – 1947)
Hay algo en la frase «No te hagas ilusiones» que siempre me incomodó un poco. No importa qué tan bien intencionada sea. Es un aterrizaje antes del despegue.
¿Cómo vamos a negar las ilusiones? las ilusiones alimentan el deseo que nos empuja hacia lo que queremos.
Que estemos acá y vivos es gracias a que miles de personas, en algún momento de sus vidas, se ilusionaron con algo. Ese libro al que siempre volvés existe porque una mujer hace 200 años creyó que podía acomodar las palabras a su antojo en varias hojas de papel y pasar el resto de su vida (unos 10 años más si tenemos en cuenta la esperanza de vida del 1800) escribiendo. Por cierto ¿no te encanta vivir en una época en la que existen las vacunas?
Así que, como dijo una vez Barbra Streisand: If someone takes a spill, it’s me and not you,
who told you you’re allowed to rain on my parade?
Y vivieron felices por siempre
A Sean Baker le encanta desafiar nuestras creencias comunes y que sus personajes vivan por y para las ilusiones. En Anora vuelve al mundo de las trabajadoras sexuales, al igual que en Tangerine (2015) y The Florida Project (2017), para contar una historia que se mueve entre el drama y la comedia, pero que no olvida la herencia trágica del Neorrealismo italiano.
Anora (Mikey Madison), o «Ani»como prefiere ser llamada, es una joven de 23 años que vive en Brooklyn (Nueva York) con su hermana, y que trabaja como bailarina exótica en un club nocturno.
Una noche conoce a Iván (Mark Eidelstein) o «Vanya», el hijo de una familia rusa dueña de todo lo que toca la luz, y sin pararse a pensarlo mucho deciden casarse en Las Vegas. Pero la realidad no tarda en tocar a su puerta, y cuando los padres de Vanya se enteran de esta unión no dudan en hacer todo lo que está en su poder para conseguir la anulación.


Este giro en la trama introduce a un tercer personaje importante en la historia: Igor (Yura Borisov), un enviado que trabaja para la familia de Vanya y que será uno de los responsables de cumplir con el encargo.
A partir de este momento, la película abandona la óptica de cuento de hadas de su protagonista, y pasamos a ocupar el lugar de Igor, el único personaje que parece ver a Anora por quién es y que le muestra algo de decencia y humanidad.


Mientras que Vanya es básicamente un niño en un cuerpo de 21 años para el que el mundo es su parque de diversiones privado, Anora es una mujer en un entorno hostil y amenazador, a la que en cualquier momento pueden arrebatarle todo lo que tiene.
Asimismo, el club nocturno donde trabaja Anora funciona como una simulación de un mundo en el que las mujeres tienen el control sobre los hombres, en contraste con la dura realidad que deben atravesar cuando la función termina y se apagan las luces. Otra película que reflexiona sobre las dinámicas de poder bajo el capitalismo neoliberal es Working Girls (1986), en la que su directora, Lizzie Borden retrata la naturaleza absorbente del trabajo remunerado de las mujeres y la falsa ilusión de igualdad. Citando a uno de sus personajes: As long as I’m paying for this, we’re not equals.
Un lugar al que llamar hogar
Anora empieza como un cuento de hadas sin zapatos de cristal, ni ratoncitos parlanchines escondidos en una tetera. Sin embargo todos los elementos de un cuento de hadas están ahí: la protagonista vulnerable, el contexto hostil, el príncipe en el palacio, los villanos que quieren arrebatarle su felicidad, y la promesa de un felices por siempre.
Me gusta cómo la historia puede hacernos dudar sobre los verdaderos sentimientos de Anora. Desde el momento en que conoce a Vanya ella no sabe quién es realmente él, y podríamos pensar que sólo le interesa la seguridad que su riqueza le puede ofrecer.
Sin embargo, son los momentos más privados, los ojos que lo buscan cuando él no está mirando, y los tanteos a ciegas de la infatuación los que alimentan esa fantasía, el sueño de amor y de compañía.


Durante toda la película, Anora es llevada al límite por los hombres que quieren controlar su destino, y siempre está adaptándose a las diferentes situaciones llegando casi al borde de estallar, pero nunca lo hace.
El montaje es bastante dinámico, y eso permite un juego entre situaciones dramáticas y escenas más serias, con otras más cómicas para darle un poco más de agencia a Anora, sin llegar a convertirla en una marioneta.
Es en la última escena, cuando Anora se encuentra a solas con Igor, reconociéndose como iguales, cuando finalmente deja caer el peso de las lágrimas que nunca soltó, y se permite ser vulnerable, sintiéndose más segura adentro de un auto en medio de una tormenta de nieve, que en una fortaleza con paredes de cristal.
Todas las películas conducen a Roma
Sean Baker ha dicho que una de sus inspiraciones a la hora de pensar una historia es el Neorrealismo italiano, un movimiento cinematográfico y narrativo que nació en Italia a partir de 1945, luego de la segunda guerra mundial.
Los directores de este movimiento retrataban las miserias que la guerra había dejado tras sí, la opresión de la clase trabajadora, la lucha de los sectores más vulnerables y aquellos relegados a los márgenes de la vida.
Películas como La Strada (Federico Fellini, 1954), Ladri di Biciclette (Vittorio de Sica, 1953), o Umberto D. (Vittorio de Sica, 1952) son algunos de los pilares de este movimiento.
Los protagonistas de las películas de Sean Baker viven en la periferia de lo socialmente aceptable, y al igual que los personajes del Neorrealismo italiano siempre están luchando por sobrevivir. No hay descanso para ellos, ni momentos de reflexión o contemplación silenciosa, todo es una carrera para perseguir «el gran sueño americano».
Anora es una historia que está más cerca de la tragedia de Le Notti di Cabiria (Federico Fellini, 1958), que de una comedia romántica o de enredos.
Le Notti di Cabiria es una joya del Neorrealismo que tiene como protagonista a Cabiria (Giulietta Masina), una trabajadora sexual que mantiene su optimismo y la esperanza de algún día cambiar su vida y conocer el amor, hasta que se cruza con su caballero de la armadura brillante. Pero nadie le dijo que no confíe en un caballero con una armadura muy limpia y las manos muy suaves.


Tanto en Le Notti di Cabiria, como en Anora, hay una ingenuidad que alimenta el deseo de sus protagonistas, y una búsqueda por desprenderse de esa fuerza invisible que corre la zanahoria cada vez que ellas creen que están por alcanzarla.
Es difícil hacer una pausa en mitad de la película y pedirle a Ani que pare. Ella te toma de la mano con toda la ilusión del mundo, y te lleva a que compartas su alegría como una niña a la que un día la dejaron jugar con el collar de perlas de la abuela. Se la ve tan feliz, ¿de verdad vas a decirle que va a tener que devolverlo?
La ilusión en la obra de René Magritte:
Les Mémoires d’un saint, 1960 / La Clef des Champs, 1936.


¿Dónde nos enamoramos de las películas?
Sean Baker y Mikey Madison lograron el balance perfecto entre la ternura y la fantasía, la autenticidad cultural, y la fortaleza en medio de un juego perverso de dinámicas de poder.
Mikey Madison hace un trabajo sobresaliente interpretando a Anora, y desde el primer momento estuvo involucrada en todos los detalles necesarios para darle vida a su personaje. Desde saber qué marca de cigarrillos fuma Ani, y a qué escuela fue, hasta tomar clases de ruso y pole dance, e insistir para que se tomara en cuenta la visión que ella tenía de una mujer tan compleja como auténtica.


A diferencia del resto de la filmografía de Sean Baker, Anora es una producción más ambiciosa, con un enfoque comercial y orientada al circuito del mainstream.
No me gusta hablar de premios, pero vale la pena mencionar el discurso de Baker en los Oscars 2025 luego de que la película ganara en cuatro categorías: mejor montaje, mejor actriz, mejor director y mejor película.
A veces, sólo a veces, los cuentos de hadas pueden tener un final feliz.
¿Dónde nos enamoramos de las películas? En el cine. Ver una película en el cine con público es toda una experiencia. Podemos reír juntos. Llorar juntos. Gritar de miedo juntos. Quizás, sentarnos juntos en un silencio devastador. Y en una época en la que el mundo puede sentirse muy dividido, esto es más importante que nunca. Es una experiencia comunitaria que simplemente no se tiene en casa. Y ahora mismo, la experiencia de ir al cine está en peligro. Las salas de cine, especialmente las independientes, están pasando apuros, y de nosotros depende apoyarlas. […] Este es mi grito de guerra. Cineastas, sigan haciendo películas para la gran pantalla. Sé que lo haré. Distribuidores, por favor, céntrense ante todo en los estrenos en salas de sus películas. Neon lo hizo por mí, y se los agradezco de todo corazón. Padres, presenten a sus hijos el cine y estarán formando a la próxima generación de cinéfilos y cineastas. Y para todos nosotros, cuando podamos, por favor, vean películas en el cine y conservemos viva la gran tradición de ir al cine.
Sean Baker – Oscars 2025
Películas espiritualmente afines a Anora
Nights of Cabiria (1958, Federico Fellini)
Vivre Sa Vie (1962, Jean-Luc Godard)
Wanda (1970, Barbara Loden)
Working Girls (1986, Lizzie Borden)
Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles (1975, Chantal Akerman)
Showgirls (1995, Paul Verhoeven)
Gracias por tu lectura ♥
Con cariño,
Gianina