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Hace algunos años me amigué con el verano, desde que los días de calor empezaron a tener un nuevo nombre para mí: Éric Rohmer.
Éric Rohmer fue un cineasta francés, además de periodista, novelista, profesor y crítico de cine, y uno de los íconos de la Nouvelle Vague, un movimiento cinematográfico que surgió en Francia, a fines de los años cincuenta. Fundado por estudiantes y críticos de cine, los representantes de la Nueva Ola Francesa buscaban romper con las formas tradicionales del cine de masas, yendo en contra de las estructuras y convenciones tradicionales, e incorporando técnicas y recursos que les permitieran crear una narrativa distinta a la que el mundo estaba acostumbrado.

Una película no nos permite jamás admirar una traducción del mundo, sino admirar, a través de esa traducción, el mundo mismo. El cine es un instrumento de descubrimiento, incluso en las películas de ficción. Porque es poesía, es revelador y, por el hecho de ser revelador, es poesía.
Eric Rohmer
El fundador del verano que filmó exhaustivamente París, el que te hace fantasear con mojar los pies en la costa francesa mientras ves el atardecer buscando el rayo verde, y el que te hace salir de tu casa para hacerte sentir que sos protagonista de tu propia película.

Las películas de Rohmer son difíciles de resumir o definir, porque son historias guiadas por el diálogo entre los personajes, más que por la acción.
Es considerado el maestro de la narración sobre el amor, la traición, el deseo y la seducción.
Rohmer era un hombre muy privado e introvertido, tanto que se dice que su madre nunca supo que su hijo era un famoso director (permítanme dudar), ni siquiera usó su nombre real Maurice Henri Joseph Schérerpero, sino que desde el principio de su carrera adoptó un seudónimo, y tampoco se sabe con exactitud su fecha de nacimiento.
No daba demasiadas entrevistas a la prensa, porque prefería caminar tranquilo por París sin ser reconocido. Tampoco asistió a entregas de premios o a festivales de cine.
En teoría, nació el 21 de marzo de 1920, día que coincide con el día mundial de la poesía, y el comienzo del otoño en el hemisferio sur, y la primavera en el hemisferio norte, así que me inclino a penar que o bien eligió cuidadosamente esa fecha para callar a los curiosos, o al destino le gusta guiñarnos un ojo de vez en cuando.

Consideraba al cine como el último refugio de la poesía, y tenía a la pasión como el tema principal de sus historias, dominadas por el romanticismo y el anhelo erótico.
Rohmer amaba el cine, las posibilidades del lenguaje cinematográfico y los elementos estilísticos, pero más le gustaba hablar. Su arte fue la conversación.
Conversaciones que encienden los ideales y los sentidos, mientras que el mundo alrededor parece bajar la velocidad, y por unos minutos las demandas de la vida diaria quedan relegadas a un segundo plano, y el simple acto de tener una conversación se convierte en algo bello.
No es casual que sus personajes vivan en un continuo estado de vacaciones, como si estuvieran “de paso”, relajándose en la playa, o en una casa de campo en el mediterráneo.
Si vieron la trilogía “Before” de Richard Linklater, van a notar que se inspiró muchísimo en la forma de filmar y de mirar de Rohmer.
Quentin Tarantino una vez dijo: Tienes que ver una de sus películas, y si te gusta entonces deberías ver las demás. Pero necesitas ver una para saber si te gusta.
También tiene sus detractores, aquellos que dicen que son películas en las que “no pasa nada”, una frase que detesto porque no existe película en la que no pase algo.

El ABC del cine de Rohmer
- Buscaba contar pequeñas historias, enfocándose en los pensamientos y los sentimientos de los personajes, más que en las acciones,
- El tema principal en sus historias es el amor, que suele ser inestable, líquido, vacío, y complejo.
- Los personajes siempre se mueven en un espacio y tiempo libre, que parece extenderse infinitamente, como si estuvieran siempre de vacaciones.
- La ciudad de Paris y la naturaleza siempre están presentes
- El foco de las historias está en la búsqueda de uno mismo y del otro a través de la conversación.
¿Cómo esperás crecer si no desafías tus creencias a través del diálogo?
Rohmer entendió que el diálogo abierto, honesto y sincero y el intercambio entre las personas son más enriquecedores que tener a un personaje aislado y solo con sus pensamientos, y lo defendió en cada historia.
En estas películas la ficción es lo menos importante. Lo interesante y lo que recordamos una vez terminadas, son las posibilidades e ideas que despiertan en nosotros, y que hacen que volvamos a ellas como un lugar conocido, pero sin ser los mismos, gracias a la gracia de Rohmer para crear relatos sencillos pero de gran profundidad.

Sus películas son cuentos filosóficos sostenidos en la riqueza del lenguaje, sobre diferentes asuntos humanos: el amor, el deseo, la seducción, la obsesión, la fantasía, el azar, la identidad, la libertad, la felicidad, las sincronicidades, el destino, el sentido, la fe, la memoria y el recuerdo, el tiempo, y los milagros cotidianos.
Algo que me gusta es que Rohmer repite a varios de sus actores, y a veces podemos imaginar que una película es la continuación de otra, y que estamos viendo a un mismo personaje en diferentes momentos de su vida.
Me gustan los momentos de transición en la vida, esos en los que tratamos de completar a la persona en la que queremos convertirnos, y que Rohmer retrató de forma tan hermosa, afirmó una vez el director Noah Baumbach, que, por cierto, tiene un hijo llamado Rohmer.
Te invito a disfrutar de su cine que nos enseña a mirar y a encontrar la poética y las distintas formas de la belleza en lo cotidiano. ❤️
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