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Una pregunta que los galanes de las novelas románticas del siglo XIX nunca llegaron a consultar con la almohada, pero que en los últimos años se convirtió en un trend en las redes sociales.
«¿Me amarías si fuera un gusano?», preguntan las chicas, mientras esperan una declaración de amor incondicional, un amor que no se deja intimidar por lo absurdo de la existencia.
Admito que sería incómodo y poco práctico llevar un frasco con agujeros a merendar, a recorrer librerías, y algunos hasta podrían llegar a confundirlo con un vaso de gin tonic. Pero, por otro lado, si amar es cuidar, entonces quizás la pregunta no sea tan absurda como parece.

¿Qué tal si…?
Antes de Twitter y Tik Tok, existió alguien que ya había pensado en el «¿Qué tal si…?» del absurdo que irrumpe en la realidad. Franz Kafka con su novela «La Metamorfosis» (1915) puso sobre la mesa temas como la forma en que la vida puede ser alterada por fuerzas que están más allá de nuestro control.
Años después, otro artista se adentró en los horrores de la carne que muta, que se transforma, y que se rebela en contra de sí misma. En «The Fly» (1986), el director David Cronenberg retrató la pérdida de control sobre el propio cuerpo.
Dos historias pesimistas a su manera y con sus particularidades, pero que se encuentran en un punto concreto: la pérdida de la identidad.
¿Quién soy sin mi trabajo?
La premisa de «La Metamorfosis» es sencilla pero contundente: ¿Qué pasaría si mañana te despertaras y no te reconocieras frente al espejo? Mejor dicho, ¿qué pasaría si de un día para el otro te transformaras en un insecto?
Esto es lo que le sucede a Gregor Samsa, quien un día cualquiera amanece convertido en una criatura que casi no puede mantenerse en pie, que en lugar de un torso tiene un caparazón, que arrastra una sustancia babosa, y que no puede arreglárselas para abrir una puerta.
Y antenas, no olvidemos las antenas.
¿Qué pasaría si durmiese un poco más y olvidase todas las chifladuras?
La Metamorfosis (Franz Kafka, 1915)

«La Metamorfosis» es, ante todo una alegoría sombría y angustiante sobre lo absurdo de la vida moderna y una crítica al sistema capitalista, sostenido sólo por la explotación, la apariencia, y la ilusión de productividad.
Sos lo que producís.
Gregor vive con sus padres y su hermana menor Grete y trabaja como viajero de comercio. Cuando despierta convertido en un insecto, su mayor preocupación no está en cómo pasó o en cómo revertirlo, sino en que no va a poder ir a trabajar, que va a perder su empleo y que no va a poder seguir manteniendo a su familia ya que todos dependen de su salario.
Pero sobre todas las cosas, Gregor teme la llegada de su jefe y del médico de seguros, porque sabe que lo acusarán de fingir para no tener que ir a trabajar.
Según sus empleadores, los enfermos son sólo vagos y perezosos, que tienen que superar sus dolencias imaginarias, por razones de negocio.


Kafka sabía lo dañina que podía ser esta visión del mundo, tras haber presenciado el sufrimiento de los empleados a manos de jefes sin escrúpulos cuando trabajaba como ejecutivo de seguros.
La intensidad con la que Kafka retrataba sus malestares físicos en sus diarios, y su constante hipocondría lo llevaron a transformar, casi como una propia metamorfosis, sus neurosis y sus miedos más retorcidos e irracionales en una fuente de creatividad inagotable, moldeando así su sensibilidad distintiva.

Volviendo a Gregor, luego del shock inicial decide aceptar su nueva realidad con resignación y calma mientras piensa en cómo será su vida de ahora en adelante.
«La Metamorfosis» también puede ser leída como una fantasía escapista, la deshumanización de un hombre que ha perdido su individualidad, su motivación, su deseo y es desechado por el sistema y por su familia cuando ya no puede producir.
Esta deformación de la realidad para expresar la soledad puede trasladarse a cualquier situación en la que una persona no puede seguir trabajando por razones de salud, desde impedimentos físicos hasta cuestiones psicológicas, y su mundo se viene abajo cuando no hay un sistema económico, social y político que actúe como una red de contención que lo sostenga.
El camino al infierno está lleno de buenas intenciones
Cuando Gregor se transforma, su familia recibe la noticia con sorpresa pero también con cierta naturalidad e indiferencia, para luego pasar al horror y al rechazo.
Gregor se oculta en su habitación, un espacio que va a ir mutando junto a él, y sólo su hermana Grete busca la forma de ayudarlo a sentirse a gusto en su nueva realidad, acercándole comida hasta dar con la receta exacta que se adapte a sus nuevos gustos, o moviendo algunos muebles de lugar, pero siempre manteniendo una distancia prudente.
A pesar de que su cuerpo es otro, la mente de Gregor no lo ha abandonado.
Sus deseos, sus recuerdos, y su esencia permanecen intactos. Todo sigue ahí.
En medio de esta pesadilla surrealista, hay algo que todavía eleva su espíritu, un eco de su pasado humano: escuchar a Grete tocar el violín.
Si bien Gregor acepta su nueva forma sin discusiones, todavía se aferra al arte a través de la música y de las pinturas que cuelgan en las paredes de su habitación, como un último recuerdo de los placeres que su nueva forma no le pudo quitar.

El rechazo y la ofensa que la familia Samsa siente al tener a una criatura monstruosa viviendo bajo el mismo techo ya no se puede, ni se quiere, ocultar. Grete encierra a su hermano en la habitación, hasta que un día la criada les comunica con indiferencia que Gregor ha muerto.
Con una mezcla de alegría y alivio la familia Samsa se marcha al campo en un tranvía, mientras los padres empiezan a ver en Grete la posibilidad de la belleza y de la juventud, lo que sólo significa una cosa: ha llegado el momento de buscarle un marido que sostenga «los sueños y las buenas intenciones de la familia».
El Padre de los Monstruos
Por otra parte, tenemos The Fly (1986) de David Cronenberg, el padre del body horror.
El protagonista de The Fly, Seth Brundle (Jeff Goldblum) es un científico solitario y obsesionado con su trabajo que pretende revolucionar el mundo con una máquina de teletransportación.
No hay nada fuera de la burbuja de Seth, su trabajo es su vida y su identidad.
Todo el experimento es documentado por Verónica (Geena Davis), una periodista con la que Seth mantiene una relación romántica. Así como Grete cuida de Gregor, en The Fly aparece otra vez la figura de la mujer como puente entre la pesadilla del protagonista y el mundo exterior. Sólo cuando Verónica «Ronnie» llega a su vida, Seth comienza a apreciar otras cosas fuera de su trabajo. Quizás la vida podía ser algo más.
Un día, Seth decide probar por primera vez la máquina en humanos, porque why not? Al ingresar a la cápsula no advierte que adentro hay una mosca, y ese es el principio del fin. La máquina ha fusionado el ADN de la mosca con el suyo, y la transformación ha comenzado.

Seth puso tanto de su persona y experiencias en la máquina, que en el momento en que su ADN es alterado por su invento, esta energía vuelve a él multiplicada.
Es tragicómico ver cómo, una vez que Seth empieza a saborear y a ver la vida en otros colores, y a tener una conexión con el mundo, es porque se está alejando cada vez más de su forma humana.
Este nuevo entusiasmo por la vida también lo lleva a lugares oscuros, dejando que las peores partes de su masculinidad y de su mente lo controlen.
Su fuerza, su confianza, su libido, todo lo que alguna vez alimentó su trabajo, lo eleva tan alto y tan rápido que la caída no tarda en llegar, mientras intenta arreglar desesperadamente lo que ha perdido.

Seth se aferra a su vieja identidad hasta el último y desesperante minuto. Mientras que Gregor Samsa mantiene su voz interior, sus recuerdos y una noción de quién es, la mente de Seth, al igual que su cuerpo, se altera a la par de éste hasta que la transformación es completa y ya no hay nada más que hacer. Ronnie será la encargada de terminar con su sufrimiento.

Es interesante cómo The Fly toma a un insecto tan insignificante como una mosca, y lo proyecta hacia un hombre que se siente igual de diminuto en el gran esquema del universo al enfrentarlo con su mortalidad.
La resistencia de Seth ante el cambio y la degradación me hace pensar no sólo en la desesperación de un cuerpo enfermo que lucha por volver a su estado original, o en las enfermedades autoinmunes en las que el cuerpo se ataca a sí mismo, sino en la lucha contra la vejez. Cómo durante años la humanidad, y sobre todo las mujeres, han tomado cada signo del paso del tiempo en el cuerpo como una alerta de un peligro inminente que hay que evitar a toda costa.

Desde la dirección, Cronenberg va guiando la historia, con cambios sutiles al principio, por ejemplo mostrando que Seth toma un poco de café con su montaña de azúcar, hasta llegar a algo tan grotesco como la caída de todos sus dientes.
Incluso el nombre Seth podría confundirse con la mosca Tsé-Tsé. Todo está en los detalles.
Conclusión
Me gusta cómo estas dos historias dialogan entre ellas, con sus diferencias y sus semejanzas. La Metamorfosis y The Fly parten de dos premisas muy sencillas, pero más complejas de lo que parecen a simple vista, porque así es la vida real.
No hay cambio sin incomodidad, y a veces aferrarse a una vieja identidad puede ser más doloroso que aceptar que ha llegado el momento de mudar la piel.
Cambiamos, crecemos y nos adaptamos de acuerdo a las circunstancias, las personas con las que nos relacionamos o el entorno, y tanto Kafka como Cronenberg supieron entender los matices del comportamiento humano, los miedos, las neurosis y las complejidades de las relaciones humanas, para transformarlas en las formas de arte más auténticas.
Gracias por tu lectura ♥
Con cariño,
Gianina
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